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Mostrando entradas de diciembre, 2010

Regreso

Regreso a Madrid. AVE que no vuela, pero casi. Todo pasa demasiado deprisa: los días de fiesta, las horas, el paisaje... La lluvia golpea con fuerza las ventanillas del tren.

Nochebuena

Estación de Atocha, tarde de Nochebuena. Maleta cargada de regalos. Villancicos por megafonía, viajeros con gorros de Papá Noel, sonrisas, buen rollo, llamadas de quienes me esperan... Vuelvo a casa.

Solidaridad entre mujeres

En el mundo hay personas excepcionales. Al menos eso han debido pensar las enfermas de cáncer del hospital Saint Joseph de Marsella cuando han visto llegar al equipo de voluntarias de la fundación Mimi. A simple vista no hay nada que las distinga como seres especiales, pero al entrar en contacto con ellas empieza la magia: reparten ilusión entre las pacientes y les hacen olvidar por unos instantes los rigores de sus tratamientos y la dureza de su situación. Las voluntarias trabajan con entusiasmo y eficacia. Con el masaje inicial dibujan una sonrisa placentera en el rostro de las enfermas y con una mirada escrutadora identifican sus atractivos, abren sus estuches de maquillaje y se adentran de lleno en su misión: embellecer a unas mujeres que están luchando con todas sus fuerzas por recobrar la salud y están sintiendo en sus cuerpos los estragos de la batalla. Las bases de maquillaje y los pinceles cargados de color devuelven el brillo a sus pieles; las pelucas ocupan el sitio de los p

Zona protegida

Uno de mis momentos preferidos del día es el anochecer, cuando regreso del trabajo y traspaso el umbral de mi casa. Fuera se quedan el frío, los atascos y las colas en las cajas de los supermercados. La puerta es un paso fronterizo: permite la entrada a quienes queremos y bloquea la entrada a visitas indeseadas. La visión de la casa recién iluminada y el sonido de la puerta que se cierra tienen un efecto tranquilizador. Empieza la parte más valiosa de nuestro tiempo, la que podemos dedicar a lo que más nos gusta y a quienes más nos importan. Hay pocos lugares tan plácidos para el descanso como nuestro sofá; sitios tan apetecibles para comer como nuestra cocina y cafés tan en su punto de crema y cafeína como el que prepara nuestra cafetera; no hay mejor espacio para ver un partido de fútbol como nuestro salón y rincones tan íntimos y conocidos como el de nuestro dormitorio (por no hablar de los baños, tan anhelados cuando estamos varios días de viaje y no terminamos de acostumbrarnos a