Incompatibilidades

Cuando éramos adolescentes y una amiga nos anunciaba que estaba empezando a salir con una nueva pareja, la pregunta era siempre la misma: “¿Es guapo?”. El atractivo físico era determinante en las elecciones y eclipsaba otras cualidades fundamentales para sostener la relación, pero en ese momento desconocíamos hasta qué punto eran necesarias. La belleza o el carisma de la persona deseada emitían una luz que deslumbraba e imponía sus propias reglas: seguirla exigía negociaciones, soledades, conflictos…

A esa edad no sabíamos medir el efecto de las incompatibilidades y, meses después, asistíamos al sufrimiento de la chica que no conseguía ver durante el día a un novio amante de la fiesta y la vida nocturna; al aburrimiento del compañero que pasaba los fines de semana frente al televisor con una chica taciturna y poco sociable; a la frustración de una amiga que notaba cómo saltaban las chispas entre su pareja y su familia en las contadas celebraciones a las que asistían juntos, o a la impotencia del chico que se sentía ninguneado por las exigencias y la actitud de superioridad de su compañera.

Los años y las experiencias vividas ponen en cuarentena al atractivo y nos hacen fijar nuestra atención en otro tipo de cualidades más útiles y valiosas para la convivencia. Por eso, cuando una amiga nos comenta que está conociendo a alguien, la pregunta tiene ahora un enfoque diferente: “¿Qué tal os lleváis?”.

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