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Mostrando entradas de septiembre, 2010

Hombres de verdad

-“El problema es que ya no quedan hombres de verdad. A nuestra edad están todos casados o arrastran relaciones fracasadas del tipo ‘me hicieron daño y tengo miedo a enamorarme’ o ‘aún no me siento preparado para empezar algo serio’. Encontrar pareja a partir de los 30 no es difícil: es prácticamente imposible”. Escucho con atención a mi amiga, que no para de girar la cucharilla dentro de su taza de café. Habla con una convicción demoledora, fabricada con estadísticas personales de hombres que entraron con una pasión prometedora en su vida, pero que acabaron saliendo sin muchas explicaciones por la puerta de atrás. Intuyo que ya ha borrado esos nombres de su agenda de teléfono y de su cuenta de msn, que se ha deshecho de las fotos, los regalos y de esos pequeños detalles (una entrada de cine, la tarjeta de un restaurante…) que testimonian el paso de un amor. Sin embargo, de vez en cuando, el recuerdo de algunos de ellos reaparece. Como hoy, como en este preciso instante. No identifico e

Motivos para alegrarse la vida

Hace años, cuando fui a Londres a hacer un curso de inglés, me impresionó un slogan publicitario que leí en un vagón de metro: “¿Inspiración? Se trata de saber hacia dónde mirar”. En aquel entonces tenía poca experiencia, ninguna herida y escaso entrenamiento en saltar obstáculos. La vida me había mimado y aún no me había sometido a pruebas difíciles. Sin embargo, la frase quedó grabada con fuerza en mi memoria, como si en el fondo supiera que en algún momento volvería a pensar en ella. Hay pensamientos que funcionan como brújulas: nos orientan en trayectos complicados del camino y marcan con claridad la dirección que debemos seguir. Años después, comprobé la verdad escondida en esa frase. Hicieron falta despedidas indeseadas, cambios de residencia, crisis profesionales y algún que otro arañazo en el corazón para darme cuenta de que en los momentos más duros es cuando hay que mirar con más atención a nuestro alrededor en busca de inspiración, cuando hay que dejar de pensar en lo incómo

Estaciones de paso

En cualquier viaje hay estaciones incómodas de transitar. En ocasiones, el tren se estropea y te obliga a pasar un tiempo indefinido en lugares inhóspitos y desagradables, andenes sombríos donde las horas pasan lentamente, pesadamente, cansadamente. En estos momentos, me encuentro en una de esas etapas. El andén está en la zona Norte de Madrid, junto a cuatro imponentes rascacielos. El hospital de La Paz tiene una estación bulliciosa y concurrida a la que se accede por el Servicio de Urgencias. Celadores de camisa amarilla y pantalón blanco tratan de poner orden en la fila de enfermos que guardan con resignación su turno para ser inscritos en la sala de admisión. Mujeres y hombres de todas las edades, razas y condiciones sociales aguardan para recibir atención mientras reposan las cabezas en el hombro de sus parejas, se tocan con preocupación las partes doloridas de su cuerpo o miran con impaciencia el reloj. Los familiares se ponen nerviosos y preguntan a los celadores, los enfermos