Hombres de verdad

-“El problema es que ya no quedan hombres de verdad. A nuestra edad están todos casados o arrastran relaciones fracasadas del tipo ‘me hicieron daño y tengo miedo a enamorarme’ o ‘aún no me siento preparado para empezar algo serio’. Encontrar pareja a partir de los 30 no es difícil: es prácticamente imposible”. Escucho con atención a mi amiga, que no para de girar la cucharilla dentro de su taza de café. Habla con una convicción demoledora, fabricada con estadísticas personales de hombres que entraron con una pasión prometedora en su vida, pero que acabaron saliendo sin muchas explicaciones por la puerta de atrás. Intuyo que ya ha borrado esos nombres de su agenda de teléfono y de su cuenta de msn, que se ha deshecho de las fotos, los regalos y de esos pequeños detalles (una entrada de cine, la tarjeta de un restaurante…) que testimonian el paso de un amor. Sin embargo, de vez en cuando, el recuerdo de algunos de ellos reaparece. Como hoy, como en este preciso instante. No identifico exactamente quiénes son, pero puedo distinguir sus sombras.

Bip-bip. Miro instintivamente mi móvil, pero no tengo ningún mensaje. Mi amiga tarda unos segundos en coger el suyo y se hace la remolona antes de abrir el buzón de entrada. -“A buenas horas da señales de vida”-, comenta defraudada. -“Ayer no contestó a mi mensaje y hoy me invita al cine. Pues va a ser que no, chaval”-, sentencia. -“¿No vas a contestarle?”-, le pregunto pasados unos minutos. -“No. Hoy soy yo la que no responde. Voy a seguir su misma estrategia”-.

Mi amiga guarda el móvil en su bolso con aspecto triunfal. Acaba de ganar un punto, o al menos eso cree. En el mundo de las relaciones fugaces si no tienes estrategia, no eres nadie. No decir las cosas nunca de forma clara, dar a entender que tienes otras opciones, aparentar que ni se te había pasado por la mente comunicarte con él, pero ser irresistiblemente seductora cuando al fin le tienes delante… Conocer a fondo las reglas y ponerlas en práctica.

-“Ya no quedan hombres de verdad”-, se lamenta. Y ella tiene sus razones, aunque quizás se le olvida lo más importante: esos hombres que desearía conocer no aceptarían esas reglas, porque sencillamente buscan otra cosa. Con toda seguridad el tipo de hombre con el que ella sueña no se relacionaría de este modo, ni tampoco esperaría que su pareja lo hiciese. A veces tenemos una expectativa muy fuerte en los otros, pero les damos justamente lo que nunca querríamos recibir. En el amor, sin darnos cuenta, caemos continuamente en nuestras propias telas de araña.

Comentarios

  1. Estefi, si no supiera de quien estas escribiendo, pensaria que estás hablando de mi...muy real como la vida misma!

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