Con permiso de Chavela

Me tropecé con el tweet de Chavela Vargas el sábado por la noche, mientras leía con rapidez mensajes de 140 caracteres que hablaban de propuestas de ocio para el fin de semana, de la inminencia de las elecciones en Andalucía y Asturias y del estado de ánimo de los usuarios, que bromeaban distendidamente sobre todo tipo de asuntos. Chavela, desde su  perfil sonriente en sepia, con camisa blanca y pañuelo rojo anudado al cuello, ponía voz profunda y sonido de guitarra a través de un único mensaje. Tan sólo un artista puede decir mucho con muy pocas palabras. -“El amor es un paso. El adiós es otro…y ambos deben ser firmes, nada es para siempre en la vida”-, comentaba en su tweet.

Amar y despedirse. Vivir intensamente con alguien y morir para alguien. Nacer, morir y renacer. Tiene razón Chavela. Nada es para siempre o, al menos, nada es para siempre de la misma forma. Todo cambia. Todos cambiamos. Pero me resisto a recrearme en la melancolía. Hay algo que siempre perdura: los buenos recuerdos, las huellas imborrables de esos amores y de esas experiencias que se perdieron o, simplemente, se transformaron en otra cosa. Los recuerdos están ahí, en algún lugar secreto de nuestra memoria, esperando una señal que les traiga a la superficie: una canción, la página doblada de un libro, el bolígrafo sin tinta de un hotel o la fotografía que suprimimos de un álbum y años después aparece en el fondo de un cajón porque en su momento, a pesar del desamor o la decepción, nos resistimos a deshacernos de ella.

Comentarios

  1. Yo guardo un monton de recuerdos dentro de una caja, de vez en cuando me gusta mirarlos y volver a recordar.

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