Plan B. O Plan C, D, E, F… hasta que alguno funcione

“He valorado todas las opciones y, después de muchas vueltas, he tomado una decisión: me voy a Inglaterra”. Por unos segundos nos quedamos en silencio mirándonos a los ojos. Yo, tratando de asimilar lo más rápido posible la noticia; mi amigo, con una buena dosis de expectación tras haberme confiado un proyecto fraguado largas horas en solitario, tras búsquedas de trabajo infructuosas y un buen número de puertas cerradas a su alrededor.

“¿Tú también me vas a decir que estoy loco?”, bromea mientras apura un sorbo de una cerveza cuya espuma cae deprisa por los bordes, con la misma velocidad que los ahorros de su cuenta corriente. El encabezamiento de su pregunta, ese amargo “¿Tú también…?”, me hace pensar en los familiares y amigos que han tratado de disuadirle. Esta vez soy yo la que empuña el vaso alargado de Coca-Cola para postergar unos segundos mi respuesta, mientras el cubito de hielo y el trozo de limón llegan a mis labios como dedos invisibles que me recomiendan silenciar la parte más compleja de su empresa.

Sé por experiencia propia las dificultades que entraña empezar de cero en otra ciudad, aunque hay casos mucho más cómodos que otros: no es lo mismo llegar a otro lugar en tu mismo país cuando estás soltero, eres estudiante o recién licenciado, cuentas con el apoyo económico de tus padres y no tienes ningún compromiso a tus espaldas, que trasladarse a otro país con un idioma diferente, escasos recursos, la urgencia de encontrar un trabajo que, mejor o peor, te permita vivir en un piso compartido con cerca de 40 años y la necesidad de volver a reunirte lo antes posible con una pareja que se queda a la espera de tus logros.

“No, ni mucho menos pienso que estás loco. Creo que eres bastante valiente”. Mi respuesta dispersa de un manotazo sus temores y se lanza a contarme los detalles de su plan: ya ha concertado entrevistas con varias agencias de contratación de empleo, ha encontrado una habitación en un piso compartido y ha contactado a través de Facebook con un amigo del instituto que está viviendo en Londres para amortiguar la soledad de los primeros días. “Estoy dispuesto a trabajar en lo que sea: en tiendas, en cocinas, en hoteles… Lo importante es volver a tener un sueldo”. Mi amigo no tiene una carrera universitaria: tiene dos. Pero está dispuesto a fregar platos si con eso puede hacer frente a sus gastos. En el último año no ha tenido ninguna oportunidad, pero está empeñado en crearla transitando caminos que nunca había pensado recorrer. Ha sido capaz de poner en marcha un Plan B y le sobran valor y ganas para inventarse un Plan C, D, E, F… hasta que alguno funcione. Espero que la vida le recompense pronto su esfuerzo. Good luck, my friend. Buena suerte, compañero. Sin duda alguna, la mereces.

Comentarios

  1. A ratos casi dudaba si estabas hablando de mí. Somos muchos los que hemos tomado ese camino, y aunque no a todo el mundo le va bien, hay mucho que ganar y poco que perder cuando abandonas un país arruinado y devastado como el muestro para buscar fortuna lejos de casa. Para mí no está siendo un camino de rosas, pero no me arrepiento ni lo más mínimo de haberme ido.

    ResponderEliminar
  2. Los valientes son los que despues,cuentan las batallas.Bravo por tu amigo.

    ResponderEliminar
  3. Estoy seguro que todos nos identicicamos con este post y que el salir fuera va perdiendo esta imagen de melancolía.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Y llegó Valeria

La magia del momento

Padres-orquesta en tiempos de confinamiento