Leo con verdadero estupor las declaraciones de la autora de
un asesinato que no sólo no se arrepiente del atentado que acaba de cometer,
sino que se jacta de ello y justifica su crimen porque la víctima, según su
desquiciado criterio, “se lo merecía”. Con el mismo estupor e incredulidad leo
también comentarios en redes sociales disculpando a la asesina y señalando como
posibles atenuantes la crispación social, las barreras entre el pueblo y la
clase política, la indignación, los efectos trágicos de la crisis…
¿Creerse víctima de una injusticia justifica que alguien
acabe con la vida de una persona? ¿La indignación actúa como una carta blanca
en nuestra sociedad? Porque si es así, nadie está libre de recibir el ataque de
otro que se sienta perjudicado por su actitud. Un jefe autoritario, un familiar
molesto, un vecino ruidoso, un compañero de trabajo cotilla, un amigo que
comete una traición… ¿Para qué tenemos unos derechos y un sistema judicial?
¿Vivimos en una sociedad civilizada o en una auténtica jungla? ¿Los
contenciosos se dirimen en los juzgados o a balazo limpio? ¿Quiénes son
nuestros héroes: los asesinos o quienes contribuyen a crear una sociedad mejor?
No perdamos el norte: la vida es el bien más preciado que tenemos. Y
afortunadamente, vivimos en un país en el que nadie tiene derecho de acabar con
ella.
Me parece muy atinado tu planteamiento. Lamentablemente estas situaciones se dan, debido auna ausencia de valores que trae como consecuencia este tipo de situaciones.
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