Sin perder la perspectiva

Hay algo que no me cuadra en el debate social que se está generando en los últimos días: la pérdida absoluta de perspectiva de lo que es correcto o incorrecto en las acciones de nuestros gestores públicos. Leo críticas enconadas y enardecidas defensas que están claramente condicionadas por un único factor: si el protagonista de un hecho reprobable es o no afín a las ideas políticas de quienes las escriben.
 
Estamos de acuerdo en que hay matices y grados. Que no son comparables delitos con faltas. Pero estamos en todo nuestro derecho de exigir a los políticos,  de cualquier signo e ideología, eficacia en la gestión, honradez y respeto a las leyes. Y cualquier cosa que contravenga estos principios está sencillamente fuera de lugar.
Trabajo y transparencia, sí.
Negligencia y “postureo”, no.  

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