Reencuentros

Hasta hace poco tiempo, los reencuentros estaban asociados a las escenas más efusivas de las películas románticas, a las letras de ciertas baladas y al célebre anuncio navideño del turrón. Los reencuentros eran el territorio natural de los emigrantes, de las parejas a distancia y de los estudiantes de provincias. La lejanía era un mal poco conocido, un peso en la mochila que cargaban otros a sus espaldas. Hasta que llegó el confinamiento e impuso su ley de vida a lo lejos, sus restricciones y sus reglas. Y la experiencia de la distancia se extendió a todos y nos hizo añorar la cercanía con nuestros seres queridos, el calor de los abrazos y la espontaneidad de los besos. Nos llevó a familiarizarnos con las videollamadas, a tachar los días en el calendario como los presos dentro de sus celdas y a esperar cada día con más ganas ese ansiado momento del reencuentro. Decía ‘El Principito’ que no se valora algo hasta que se pierde y todos hemos comprobado hasta qué punto es ve...