Lo quiero...¡pero tiene que ser ya!

Ahora mismo. Queremos algo y deseamos que se materialice lo antes posible, con urgencia, como si nuestra felicidad dependiera de la consecución de ese sueño que está tardando demasiado tiempo en llegar: vender una casa, aprobar unas oposiciones, encontrar a la pareja definitiva, recibir una oferta laboral o cualquier otro objetivo que hayamos dibujado al otro lado de la línea de meta.

Tiene que ser ya. Y si no se realizan en los días, semanas o meses venideros nuestra vida parece tambalearse y surgen todo tipo de dudas sobre nuestra capacidad para conquistarlos o merecerlos. Los retrasos asustan. Los tiempos de espera desesperan. Estamos dispuesto a sacrificarnos e incluso a endeudarnos para conseguir un sueño, pero nos cuesta muchísimo tener que esperar por él.
El calendario no es el mejor amigo de los sueños. Pone límites temporales a un proyecto sin tener en cuenta la idoneidad de las circunstancias o el momento vital que atravesamos. Mira el reloj. Presiona y pregunta en voz baja: ¿estás seguro…?

Y sí, si que estamos seguros. Pero el viento sopla con fuerza a la contra. La tormenta arrecia y hay pocos apoyos a la vista.

Y entonces… ¿seguimos soñando?

Por supuesto. Seguimos soñando y trabajando para realizar nuestros proyectos. Pero no nos desquiciamos porque no salgan a la primera ni luchamos contra molinos de viento. Esperamos a que termine el temporal y damos la mano a quienes nos quieren y desean nuestra felicidad. Buscamos soluciones, probamos alternativas y dejamos de obsesionarnos con los resultados. La inmediatez no es sinónimo de éxito… Todo llega, pero no necesariamente en el momento ni bajo la forma en que lo habíamos previsto.

Comentarios

  1. Yo llevo toda la vida tardando en hacer las cosas el doble de lo que esperaba, impacientándome porque nada ocurre cuando debería, porque el tiempo se me escurre entre los dedos como el agua. Últimamente me he dado cuenta de que esa ansiedad me la creo yo mismo y lucho contra ella, ¡pero qué difícil es conseguirlo!

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