Escrito en el respaldo de un sillón de autobús

Siempre me ha llamado la atención las palabras e inscripciones escritas furtivamente en los bancos de las plazas, en los troncos de los árboles y en lugares insospechados de ciertos espacios públicos. Dejando a un lado los mensajes-protesta o los que hacen alarde de la potencialidad de ciertas partes del cuerpo (con números de teléfono móvil incluidos, un clásico de las puertas de los aseos públicos), me resulta curioso descubrir la fuerza que desprenden las palabras escritas a corazón abierto, en un momento de pasión y vulnerabilidad.

Me pasó hace unos días cuando viajaba en un autobús público de Palermo. Nos dirigíamos hacia el Palacio Real, un edificio que alberga una de las joyas mejor custodiadas de la ciudad: la capilla Palatina. Mientras observaba las fachadas de las iglesias, los escaparates de las tiendas y las entradas angostas de las calles que íbamos dejando atrás, me tropecé con esta frase escrita en uno de los sillones del autobús: “La mia felicità dipende da te” (“Mi felicidad depende de ti”). Imaginé al posible autor de la frase y me solidaricé con su grito completamente entregado, síntoma inequívoco de un incipiente primer amor, con su oleaje violento de sentimientos y deseos.

Dice un proverbio árabe que hay tres cosas imposibles de esconder: el dinero, el amor y un hombre montado en un camello. El amor delata a quien lo siente. El brillo en la mirada, la sonrisa permanente en el rostro o la frase escrita en el sillón de un autobús. El amor habla por sí solo. Deberíamos escucharle con más frecuencia.

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