Solidaridad entre mujeres

En el mundo hay personas excepcionales. Al menos eso han debido pensar las enfermas de cáncer del hospital Saint Joseph de Marsella cuando han visto llegar al equipo de voluntarias de la fundación Mimi. A simple vista no hay nada que las distinga como seres especiales, pero al entrar en contacto con ellas empieza la magia: reparten ilusión entre las pacientes y les hacen olvidar por unos instantes los rigores de sus tratamientos y la dureza de su situación. Las voluntarias trabajan con entusiasmo y eficacia. Con el masaje inicial dibujan una sonrisa placentera en el rostro de las enfermas y con una mirada escrutadora identifican sus atractivos, abren sus estuches de maquillaje y se adentran de lleno en su misión: embellecer a unas mujeres que están luchando con todas sus fuerzas por recobrar la salud y están sintiendo en sus cuerpos los estragos de la batalla.


Las bases de maquillaje y los pinceles cargados de color devuelven el brillo a sus pieles; las pelucas ocupan el sitio de los pañuelos y resaltan el óvalo de sus caras; las cremas antiojeras disimulan la falta de sueño y los lápices de ojos y el rímel agrandan unas miradas de mujeres valientes y decididas, heroínas ejemplares en una guerra con momentos tremendos de soledad.


Con frecuencia se habla de la rivalidad entre mujeres; de las estratagemas retorcidas de nueras, suegras y cuñadas; de los comentarios maliciosos de supuestas amigas o de las zancadillas profesionales de colegas inseguras y ambiciosas. De la solidaridad entre mujeres se habla poco. Se da por supuesto que una abuela cuide con paciencia de sus nietos mientras su hija descansa, que una vecina prepare la comida durante la enfermedad de la inquilina del piso de enfrente o que una voluntaria dedique la mañana del sábado a maquillar a una absoluta desconocida en la habitación de un hospital. Pero son esas mujeres las que consiguen multiplicar las fuerzas de otras, las que sacan lo mejor de quienes las rodean y las que hacen que el mundo sea un lugar mejor gracias a su entrega y su generosidad. Admiro la sensibilidad de estas personas: son mucho más importantes y necesarias de lo que puedan llegar a creer.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Y llegó Valeria

La magia del momento

Padres-orquesta en tiempos de confinamiento