Desde el chiringuito
Escribo estas líneas desde mi ordenador portátil, sentada en un merendero. En el horizonte, unas cuantas palmeras, varias sombrillas de paja y un mar tranquilo y plomizo, silencioso a su llegada a la orilla. El sol brilla con timidez e intenta buscar los huecos que van dejando las nubes. Un grupo de gaviotas atraviesa el cielo con prisa, perfectamente alineadas, chillándose unas a otras con su particular sistema de palabras indescifrables. A mi derecha, las risas cada vez más cercanas de una niña llegan alegres hasta mi mesa, desde donde la veo deslizarse sobre unos patines rosas (¿regalo de Papá Noel?) mientras un perrillo blanco la sigue jadeando y dando brincos. -“¿Desea alguna cosa más?”-, me pregunta un camarero al observar que mi vaso se ha quedado vacío de Coca-Cola, con un hielo medio derretido y solitario. De vez en cuando, un ciclista pasa fugazmente moviendo con fuerza los pedales de su bicicleta. -“Barato”-, me comenta un chico negro con la esperanza de venderme uno ...